Yo comía muchísimo carpaccio de salmón cuando vivía en el norte del país porque me encantaba y, además, la calidad del pescado era espectacular, nada se le compara salvo el salmón noruego, que es riquísimo.
En primer lugar hay que quitarle la piel al salmón y hacer con él láminas muy finas, casi transparentes, como las del carpaccio tradicional. Estas láminas de salmón se colocan en una fuente o en un plato de forma ordenada, y se reservan.
Se escaldan los tomates en agua hirviendo con un poquito de sal, y, al sacarlos, se pelan y se cortan a la mitad para quitarles las semillas y dejarlos en cubitos. Una vez se hayan escurridos, se colocan con el salmón.
En un bol se bate el aceite con el zumo de limón, una pizca de sal y otra de pimienta, y se rocía con esta mezcla el carpaccio de salmón. Por último, se espolvorea con ajo picado y listo.