Un gran clásico de la repostería, muy típico –como su propio nombre indica- de la cocina catalana. También es conocido como crema quemada o simplemente crema. Su principal característica es el contraste crujiente que aporta el azúcar caramelizada a la suavidad de la crema.
Paso 1:
Acerca un cazo o una cacerola al fuego con la nata, el azúcar y la canela.
Paso 2:
Cuando comience a hervir, retira del fuego y añade la leche y las gotas de vainilla (no más de 4 gotas).
Paso 3:
Deja templar y mezcla con los huevos y las yemas, removiendo un poco pero sin batir mucho para no crear espuma.
Paso 4:
Reparte en los cuencos y mete al horno al baño maría a una temperatura de entre 115° o 120°. Para hacerlos al baño maría tendrás que introducir los cuencos en una fuente de horno con uno o dos centímetros de agua… siempre con mucho cuidado de que no haya demasiada agua, para que al hervir no entre en los cuencos, lo que podría arruinar tu postre.
Pasados 40 minutos, comprueba pinchando con un cuchillo tu crema catalana, cuando la punta salga limpia, es porque están listos. Sácalos del horno y deja enfriar.
Paso 5:
Cuando se hayan enfriado, pon por encima de cada cuenco de crema catalana y poco de azúcar y flambea con un soplete hasta caramelizar el azúcar.
Presentación:
Sirve este tradicional postre bien fresquito, adornado con alguna hojita verde.