Vista así, la tarta de fresas clásica es un espectáculo. La verdad que, tanto en apariencia como en sabor, esta tarta es una locura si te gustan mucho las fresas. Vale la pena probar a hacerla y comértela a gusto después. No hace falta ni un té o café de acompañamiento, solo un vasito de agua y listo.
Ya teniendo la masa en el molde bien fría (la tienes en la nevera una horita), cortamos la capa exterior de las fresas para la decoración de la tarta. Debemos tener al menos unas 10 tiras de fresas. El resto de ellas las ponemos en un vaso mezcladas con el azúcar y la gelatina neutra.
Las licuamos con su propio jugo, apretándolas un poquito para no romper la batidora. Una vez tenemos esta mezcla hecha, comprobamos la acidez de la mezcla y echamos más azúcar si es necesario. Lo pasamos todo a una sartén en el fuego y lo cocinamos unos tres minutos aproximadamente. Cuando rompa a hervir, lo sacamos del fuego y lo dejamos reposar.
Echamos la mezcla en el molde preparado con la masa, poniendo las fresas de decoración por encima, y lo metemos al horno unos 15 minutos a 200º. Al retirarla, la dejamos enfriar y, al desmoldarla, le ponemos nata montada por los lados para decorar.